lunes, 28 de agosto de 2006

Principios y Valores del Paradigma Emergente

Pedagogía desde el corazón

Humberto ALMEIDA
Salomé BARRETO
Rosanna CHACÍN
Carmen Teresa FLORES
Yrama RODRÍGUEZ
Mariella URBANO

22 de julio de 2006


Hacia una mejor y más profunda comprensión de los principios y valores del paradigma emergente

Pedagogía desde el corazón es un rizoma que engloba los Principios y Valores del Nuevo Paradigma. Toda educación lleva implícita una ética, tanto del enseñar como del aprender; además, involucra procesos que tienen que ver con la identidad no solamente personal (autoreconocimiento) sino con la identificación con otras personas que conviven en el planeta indistintamente de la región en que habiten (reconocimiento).

La complejidad y la incertidumbre son principios que rigen el modo de funcionamiento del mundo actualmente. Tenemos que introducirnos más profundamente en la comprensión del funcionamiento del universo sobre la base de lo que nos aporta la teoría del caos y poner a un lado las que consideran el control y la predicción como los postulados fundamentales que explican el funcionamiento del mundo. Así podríamos captar las coincidencias que nos ocurren y que no podemos entender desde los esquemas tradicionales (sincronicidad).

Podemos suponer que si un individuo se reconoce como parte de su entorno y asume que no todo ocurre sólo en el plano material sino que toma conciencia de que existen otros planos como el espiritual, empieza a vislumbrar o experimentar fenómenos asociados a la alegría, al gozo, a la ternura, a la felicidad, que lo llevan a conformar su proceso de autonomía y que le imprimen un carácter humanista que, a su vez, lo llevaría a relacionarse de modo tolerante con los demás.
Profundizar en los aspectos espirituales de los individuos no se contradice con el desarrollo del conocimiento; por el contrario, complementa e integra al ser con el saber, en sus planos intelectual, físico y espiritual, los cuales, al fin y al cabo, conforman una unidad armonizada.

Principios del paradigma emergente

El enfoque newtoniano-laplaciano y la utilización de ecuaciones matemáticas para calcular casi cualquier cosa en física, química o biología, han sufrido muchos reveses al querer predecir el comportamiento humano. El concepto matemático de sistemas dinámicos se relaciona con la recurrencia (reversibilidad) de los fenómenos, idea que presupone que todo fenómeno tiende a volver al estado inicial. Pero, considerando lo antes dicho en cuanto a la dificultad para predecir el comportamiento humano, o a la dificultad para predecir el clima y otros fenómenos similares, más allá de ciertos períodos de tiempo determinados, ¿a qué podemos atribuir esta dificultad (digamos, más bien, indeterminación)?

Si consideramos que todo lo que integra el universo forma parte de un sistema en no-equilibrio, con un funcionamiento caracterizado por la no recurrencia (irreversibilidad), de que el orden y el desorden, el determinismo y el azar pueden ser diferentes estados del mismo fenómeno (Prigogine, 1997), de que si variamos las condiciones iniciales de un fenómeno, puede darse lugar a tantos cursos de acción o resultados, más amplios o mayores, aún cuando las variaciones iniciales hayan sido pequeñas (efecto mariposa), podemos suponer que lo único cierto en el universo conocido es la indeterminación o incertidumbre y que ello, en términos de Briggs y Peat (1999), es una cosa muy estimulante, porque nos permite la posibilidad de innovar, de crear o de reformular las ideas preconcebidas o estereotipadas.

Indeterminación (Incertidumbre)

Las leyes de Newton y de otras teorías físicas trajeron como resultado la idea del determinismo científico, expresado inicialmente por Laplace. Fue en 1927 cuando Werner Heisenberg, físico de origen alemán y dedicado al estudio de la física teórica, se dio cuenta de que las reglas de la probabilidad que gobiernan las partículas subatómicas nacen de la paradoja de que dos propiedades relacionadas de una partícula no pueden ser medidas exactamente al mismo tiempo y que cualquier intento de medir ambos resultados, conlleva a imprecisiones.

Esta afirmación de Heisenberg se tradujo en lo que fue denominado Principio de Incertidumbre, mejor llamado Principio de Indeterminación, el cual vino a decir al mundo que el resultado de una observación está vinculado a la presencia del observador.

El Principio de Indeterminación afectó profundamente al pensamiento de los físicos y de los filósofos y ejerció una influencia directa sobre los aspectos filosóficos asociados al concepto de causalidad, pero sus implicaciones para la ciencia no son las que se suponen generalmente. Pareciera que lo derivado del principio de indeterminación tiende a anular toda certeza acerca de la naturaleza, al suponer que el conocimiento científico está a merced de los caprichos imprevisibles de un universo donde el efecto no sigue necesariamente a la causa. Nada más lejos de la “verdad”: Si, por ejemplo, no se puede predecir con certeza el comportamiento de las moléculas individuales en un gas, también es cierto que las moléculas suelen acatar ciertas leyes, y su conducta es previsible sobre una base estadística, tal como las compañías aseguradoras calculan con índices de mortalidad fiables, aunque sea imposible predecir cuándo morirá un individuo determinado.

Por su parte, una perspectiva que plantea el fin de la certidumbre (en términos de Prigogine), nos permite apreciar y entender al mundo y a los seres vivos en permanente interacción y no como elementos separados; ha permitido entender procesos tales como la absorción atómica de los núcleos; ha permitido entender que el universo es complejo pero no irracional, al favorecer la integración, mediante la mecánica cuántica, de conceptos aparentemente contradictorios como determinismo y azar, desorden y orden.

A manera de corolario, afirmamos que:

  • Podemos convivir en y con un universo lleno de probabilidades.
  • Es posible el desorden y el orden, el azar y el determinismo: Esto es el caos.
  • Lo único cierto es la indeterminación.
  • Complejidad más anticipación igual a incertidumbre más acción (Wagensberg, 2003).
  • La vida sólo es posible en un universo alejado del equilibrio (Prigogine, 1997).
  • Necesitamos la incertidumbre para establecer relaciones afectivas, para aumentar nuestros conocimientos, para fortalecer nuestra conciencia, y para desarrollar nuestra autoestima. La incertidumbre ante el futuro, ha sido y será el motor que mueve a la humanidad hacia delante. La seguridad absoluta en todos los órdenes es parálisis, castradora de la personalidad y arrullo de vagancias (Zapatero, 2004).

Sincronicidad

Imaginamos que a muchos de nosotros, nos han ocurrido hechos o señales como dicen, los metafísicos que nos conectan con ese espacio de la sincronicidad y no lo hemos percibido como tal, por que no lo comprendemos. Muchas personas expresan testimonios como estos: “en estos últimos días me han ocurrido cosas tan extrañas, que me han alterado”. “Me estoy encontrando muy seguido contigo, ¿por qué?” “Estoy buscando algo en el dormitorio y me aparece un objeto que estaba perdido o que tenía tiempo que no veía”. En el marco de los principios del Paradigma emergente, podemos darle respuesta a esas inquietudes e interrogantes que durante mucho tiempo, han estado allí en nuestra mente como gestalts abiertas, es decir cosas inconclusas que ahora podemos retomar, desde un espacio y paradigma diferente.

Deepack Chopra (2003), en su libro “Sincrodestino” plantea que más allá de nuestro ser físico y de nuestros pensamientos, en nuestro interior existe un reino que es potencialmente puro; en este lugar, cualquier cosa y todas las cosas son posibles. Incluso los milagros, en especial los milagros.

El psicólogo C. G. Jung y el físico cuántico W. Pauli, coinciden en afirmar que existe en la naturaleza un principio de vinculación no causal que se manifiesta a través de coincidencias significativas. Dicho en otros términos, plantean la existencia de una estrecha relación entre los acontecimientos interiores y los acontecimientos exteriores de las personas.

El principio de sincronicidad puede ser entendido como “la coincidencia entre una imagen mental y un hecho exterior objetivo que no están vinculados causalmente, pero que establecen entre sí una relación de significación” (en línea: http://www.adepac.org/P06-4.htm). David Peat (en Grandío, 2003), citando a Jung, señala que la sincronicidad es la coincidencia en el tiempo de dos o más sucesos no relacionados causalmente, que tienen el mismo significado o un significado parecido. También llamados actos creativos o paralelismos acausales, las experiencias de sincronicidad se fundamentan en que las coincidencias significativas no pueden concebirse como pura casualidad. Dado que dichos fenómenos se multiplican y que es mayor y más precisa la correspondencia entre ellos, ya no pueden considerarse pura casualidad, sino que, por falta de una explicación causal, deben ser considerados combinaciones significativas.

Para complementar la tríada de la física clásica, Jung propuso la inclusión de la sincronicidad para convertirse en una tétrada que hiciera posible el juicio completo; según refiere Peat, sobre la base de conversaciones con Jung, la sincronicidad es para los otros tres principios, lo que la unidimensionalidad del tiempo es para la tridimensionalidad del espacio (Peat en Grandío, 2003). Esta relación fue ampliada posteriormente, con base en la integración de los aportes que hiciera Pauli, incluyendo la relación opuesta complementaria del espacio-tiempo con la sincronicidad.

Finalmente, podemos decir que la hipótesis radical subyacente a la sincronicidad es la de suponer una conexión, en el sentido literal, entre la mente y la materia, entre lo psíquico y lo físico.

Identidad – Autonomía

La identidad es considerada un conjunto de cualidades, virtudes, intereses, actitudes, capacidades, potencialidades, situaciones y circunstancias de la vida que componen la personalidad del individuo, fortalecen su autoestima y que forma parte del conocimiento que se tiene de si mismo (Lozada,2006). Según esta definición, podríamos añadir que todo aquello que nos representa y la forma como nos proyectamos ante el mundo, estaría dentro del campo de la identidad de la persona.

De acuerdo a la forma con que abordemos ese proceso de identidad, surge la autonomía; ésta se ubica como un proceso de autodeterminación, de libertad que se logra en base a la experiencia, al contacto con los otros y con el medio. Este cúmulo de práctica, hábitos y costumbres repercuten positivamente para alcanzar esa interdependencia en el fluir armónicamente con las otras personas que nos rodean. En el caso contrario que la experiencia no favoreciera el crecimiento hacia la autonomía, desarrollaríamos patrones de conducta dependientes (sumisos) o contradependientes (rebeldes).

Complejidad

Al hablar de complejidad necesariamente nos referimos a los estudios de Edgar Morin, quien expresa que la palabra complejidad viene de complexus: lo que está tejido en su conjunto. Un grupo de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados, presenta la paradoja de lo uno y de lo múltiple.

Morin toma el planteamiento de Pascal: “El todo está en las partes y las partes están en el todo” para explicar el funcionamiento de la complejidad, que según sus propias palabras es como un matrimonio mal llevado entre el orden y el caos. Define tres principios: el principio hologramático, en el que no sólo la parte está en el todo, sino el todo, en cierto modo, está en la parte. Las relaciones que se establecen entre el todo y las partes son complejas: La unión de las diversas partes constituye el todo, que a su vez retroactúa sobre los diversos elementos que lo constituyen confiriéndoles propiedades de las que antes carecían. El producto es productor de lo que se produce, y el efecto causante de lo que causa. Lo que Morín llama principio recursivo organizacional, que junto al principio dialógico, que se basa en la asociación compleja de instancias necesarias juntas para la existencia, el funcionamiento y el desarrollo de un fenómeno organizado, estos instrumentos son los que nos ayudan a movernos en la complejidad (en Villanueva, 2004).

Este planteamiento no coloca en el punto intermedio entre lo que creímos y como fuimos educados y los nuevos acontecimientos que se nos presentan y que no podemos explicarlos, con esos conocimientos. ¿Qué hacer ante tal disyuntiva? En estas nuevas teorías podemos encontrar, por lo menos, explicación con respecto a algo, que no podemos explicar. Por ejemplo, el caso de una persona moribunda, que renace de sus cenizas, a pesar de los pronósticos médicos, los cuales le daban horas vida. A partir de ese momento, su vida cambia y se autoorganiza de una manera diferente, hacia la salud. Retomando la explicación de Prigogine, entre más desorden haya, más cerca estamos del equilibrio.

La aceptación de la confusión puede convertirse en un medio para resistir a la simplificación mutiladora. Nos falta un método en el comienzo, pero podemos disponer de un a-método en el que la ignorancia, incertidumbre, confusión, se convierten en virtudes.

Nuestra expuesta pretensión de no renunciar al todo y a las partes parece convertirse en una empresa imposible, deviene un círculo vicioso, atenazado por la imposibilidad lógica, la imposibilidad del saber enciclopédico y por la renuncia omnipotente del principio de disyunción y la ausencia de un nuevo principio de organización del saber.

Conservar la circularidad es "respetar las condiciones objetivas del conocimiento humano", que conlleva siempre paradoja e incertidumbre. La circularidad nos permite un conocimiento que reflexiona sobre sí mismo, transformando el círculo vicioso en círculo virtuoso. Hay que velar, como nos recuerda Morin, por no apartarse de la circularidad: "El círculo será nuestra rueda, nuestra ruta será espiral".

Necesitamos reaprender a aprender, constituyendo "un principio organizador del conocimiento que asocia a la descripción del objeto, la descripción de la descripción, y el desenterramiento del descriptor. Nos encontramos ante el nacimiento de un nuevo paradigma: el Paradigma de la Complejidad, que se empieza a gestar en las crisis que afectan al conocimiento en nuestro siglo. Un Paradigma que acepta que el único conocimiento que vale es aquel que se nutre de incertidumbre y que el único pensamiento que vive es aquel que se mantiene a la temperatura de su propia destrucción. (Villanueva, 2004).

Podríamos concluir que complejidad es sinónimo de evolución, de cambio, de avance hacia nuevas fuentes del saber, del aprender, del vivir, del compartir. Aspectos que nos socializan y nos humanizan cada día más; es maravilloso despertarse y sentir la liviandad y la despreocupación que produce el no tener el control de las cosas. “Bienvenida sea la complejidad en nuestras vidas”.

Valores del paradigma emergente

Se concibe a los valores como pautas o abstracciones simbólicas que orientan la actuación del ser humano, como individuo y como colectivo. Desde una visión sociocultural, se asume que los grupos sociales crean sus propios valores y su propia cultura a partir de un proceso dialéctico de reproducción y transformación. En este proceso de creación social intervienen opciones y prácticas cotidianas que son objeto de escogencias y decisiones grupales las cuales están influenciadas por el ethos colectivo.

Los valores son expresados en la interacción social mediante acciones, actitudes y juicios valorativos, cuyo contenido y significado tienen relación con los sentimientos y emociones, creencias y preferencias, circunstancias, necesidades, motivaciones e intereses, normas y patrones de comportamiento, conocimientos y experiencias del individuo en su contexto social. Las acciones, actitudes y juicios valorativos se traducen en lo que dicen y lo que hacen los sujetos.

Desde una perspectiva moral, los valores son cualidades según las cuales los actos humanos pueden ser buenos y aceptables para el individuo y la sociedad. La ética hace referencia a valores universales de naturaleza moral; cuando una acción es conveniente o favorable es considerada buena y cuando perjudica o destruye es calificada como mala. Las cualidades buenas son llamadas valores y las malas antivalores.

Dimensión Humana

La Dimensión Humana posee gran valor dentro de la concepción del paradigma emergente, en cualquiera de las diferentes disciplinas, ya que, darle al ser humano un lugar preponderante en el proceso de cambio que le permita actuar como colectivo impulsado por la fuerza del pensamiento en las representaciones de lo que esperamos y deseamos para la sociedad del siglo XXI, puede significar un gran avance, al convertirse ese colectivo en ente participativo y autorrealizador de las necesarias transformaciones.

Los valores deseables, junto con las nuevas actitudes y los nuevos estilos de vida, están siendo promovidos por gran número de movimientos como el ecologista, el pacifista y feminista, el movimiento de la salud holística y el potencial humano, corrientes espirituales, movimientos de liberación étnica y en defensa del tercer mundo, los cuales se han convertido en una poderosa fuerza de transformación social, que es llamada cultura naciente (Capra, 1992). Es en esta nueva visión del mundo que queremos, donde la Dimensión Humana juega un papel primordial convirtiéndose en el valor rector del nuevo paradigma, necesario para que los diferentes movimientos planteados logren sus objetivos de transformación y trascendencia social.

En palabras de Vandana Shiva: “Debemos crear procesos de conocimiento que se contrapongan al ideal baconiano de descubrimiento de las leyes naturales por la manipulación. Buscar el conocimiento a través de la identificación y no del control, a través de la participación y no del dominio. Participar en la vida del organismo no es solo un método más efectivo para conocerlo es una fuente de liberación y fuerza para el conocedor”. En este pensamiento podemos percibir la necesidad de un enfoque con dimensión humana, basado en la participación plena y activa de los seres humanos en los procesos destinados a devolverle a la vida en nuestro planeta el pleno sentido de gozo y felicidad que permita convivir en armonía.

Hablar de dimensión humana como uno de los valores del paradigma emergente, es referirnos a una forma de pensar que tenga como fundamento la escala de lo humano; con una sensibilidad hacia la vida como una totalidad y al mismo tiempo hacia la cotidianidad, hacia los pequeños detalles del día a día, hacia la existencia. Quizás con esta visión podamos entender nuestro mundo y la posición que en el ocupamos. Esto debería ser fácil si el hombre conservar su esencia como ser vivo que forma parte de un universo donde la diversidad es la norma y en el cual existen diferentes formas de vida.

Hay que recordar que en el ser humano moderno se manifiesta un desequilibrio entre su capacidad intelectual la cual se ha súper desarrollado y sus capacidades físicas y emocionales, las cuales se han atrofiado. Este desequilibrio se refleja precisamente en el deterioro de la sensibilidad natural y del modo de reaccionar ante la vida y sus realidades cotidianas.
Siguiendo el planteamiento del filósofo y educador, Daisaku Ikeda, en la necesidad de una profunda toma de conciencia, buscando reafirmar quiénes somos y qué estamos haciendo. Tenemos que restaurar nuestra percepción de la vida en sí misma, nuestra conciencia manifiesta de las realidades del hacer cotidiano; y es aquí donde debemos aferrarnos firmemente al ritmo del ecosistema natural.

Para poder hablar de una dimensión humana que fortalezca el nuevo paradigma esta debe estar sustentada en el autocontrol y la moral. Necesitamos una profunda toma de conciencia que implica reafirmar el reconocimiento de quienes somos y que estamos haciendo, para posibilitar la creación de formas de autocontrol y autodominio que son las que legitimarán el liderazgo moral de los pueblos. Debemos resolver la crisis de identidad del ser humano y restablecer las conexiones orgánicas vitales con el cosmos.

Dimensionar la vida con un enfoque a escala humana es lo que puede cambiar lo que en este momento parece una realidad inmutable: la separación entre norte y sur, el inmenso abismo entre riqueza y pobreza, las grandes diferencias en posibilidades de acceso a la educación y a la salud, la desigualdad en los avances tecnológicos y comunicacionales, el ataque despiadado a la naturaleza y el irrespeto a otras formas de vida causando un desequilibrio ecológico sin precedentes y sobre todo la amenaza del fantasma de la guerra, la opresión del más débil por el más fuerte, la posibilidad de que países que poseen poder económico y desarrollan programas nucleares y, bajo la mirada indiferente de la comunidad mundial, puedan arrasar con culturas milenarias y vidas inocentes impunemente, la guerra fratricida entre pueblos, promovida por intereses económicos y políticos de otras naciones y el irrespeto a los derechos humanos que parecieran no ser universales.

Hay que formar una nueva conciencia y crear valores genuinos y perdurables. Solo la voluntad y la acción de los hombres construirán la historia con visión de un nuevo horizonte. En el transito por el nuevo siglo tenderemos que enfrentar problemas. Las personas tendrán que trascender sus propios intereses nacionales y considerar la situación que vive el mundo como una totalidad.
El desafío es trazar un nuevo rumbo en el siglo XXI aplicando las lecciones de nuestra época y al mismo tiempo buscar los tesoros espirituales que palpitan en las corrientes profundas de la historia. Considerar el estado de la humanidad desde la perspectiva del futuro, buscar el equilibrio, el gozo y la felicidad para todos los seres del planeta.

Espiritualidad

Ego: ubicado en la periferia del loto. Representa la racionalidad y el pensamiento secuencial.Zohar (2001) plantean la teoría del loto del ser en la que se describe un modelo psicológico del ser humano y su personalidad, indicando que los propuestos hasta ahora se limitan a describir la capa exterior (conciente, racional) y la interior (subconsciente, asociativa). Se incorpora un centro unitivo, espiritual. Para la presentación del modelo eligieron la simbología de la flor de loto, la cual representa para los filósofos hindúes: la realización espiritual, y para los budistas: la propia naturaleza del Buda, que yace en el corazón de todo ser humano. Dicho modelo grafica las capas de esta flor asignándole alguna de las capas del “YO”:
Subconsciente: Es el centro asociativo. Tiene que ver con las motivaciones, imágenes, arquetipos. Por ello influencia, desde dentro, la personalidad y el pensamiento. Pero también es la “máscara” con la que me presento al mundo, “la persona que creo ser”.

Yo; Es el centro del ser: se encuentra en la esencia del ser, su función es básicamente unificadora o interrogadora. Vinculado a las preguntas trascendentes.

Este modelo propone entonces, el reconocimiento de la esencia espiritual del hombre. Por ello, incorpora la idea de la inteligencia espiritual (IES) a las ya conocidas inteligencia emocional (IE) y cociente de inteligencia (CI). Los autores explican que una mera inteligencia racional no es suficiente para enfrentar las interrogantes existencialistas del ser humano. Las respuestas no son meramente racionales ni emocionales.

Tal y como lo plantean los autores: “La inteligencia espiritual es el alma de la inteligencia” (p.24). Esta inteligencia no actúa de acuerdo a los valores de la persona, sino que es la que nos permite tener valores. De hecho, este planteamiento lo podemos relacionar con el “punto crucial” descrito por Capra, pues se plantea que la crisis que atravesamos hoy día es una consecuencia del poco desarrollo de la inteligencia espiritual de los humanos: “Ignoramos las cualidades humanas y nos concentramos en actividades frenéticas, en “ganar y gastar”. Menospreciamos fatalmente lo sublime y lo sagrado dentro de nosotros mismos, de los demás y de nuestro mundo”. (p.30)

En el texto se plantea que, con anterioridad, las comunidades sociales tenían mayor claridad acerca del sentido de la vida (objetivos, valores, reglas claras). Parecían no ser necesarias o comunes las interrogantes existencialistas. Actualmente, carecemos de estas claridades, vivimos en un mundo de excesiva racionalidad y quizá por esta necesidad, nuestro cerebro ha evolucionado.

Tal parece que poseer un alto nivel de inteligencia ofrece la oportunidad de usar lo espiritual para proporcionar un mayor contexto y sentido a la existencia, para lograr una experiencia de totalidad, destino y realización personal. La IES nos permite comprender una situación y usar nuestro libre albedrío para romper límites e incluso reglas si es necesario. Nos permite una verdadera y propia comprensión de la realidad.

Nuestro sistema educativo descansa sobre las bases de la cultura occidental, obstaculizadora por naturaleza, del desarrollo de la inteligencia espiritual. La crisis de valores que atraviesa nuestra sociedad, parece ser consecuencia del escaso desarrollo de esta inteligencia, por lo que resulta indispensable incorporar entre los planteamientos y fundamentos de la pedagogía del siglo XXI, el desarrollo de la inteligencia espiritual a través de experiencias significativas, profundas y trascendentes que atiendan a las necesidades esenciales del Ser.

Usar nuestra IES significa transformar nuestra conciencia, descubrir capas más profundas de nosotros mismos. Nos obliga a encontrar una base en nuestro propio Ego desde la cual recuperar un sentido que nos trascienda. No será tarea fácil para la gente acostumbrada a seguir paso a paso, mecánicamente recetas de perfeccionamiento. (p.45)

Ética

Ética puede ser definida como la ciencia y la rama de la filosofía que estudia la bondad o la maldad de los actos humanos, entendiéndose como actos humanos aquellos que son ejecutados libre y racionalmente por el hombre.

El conocimiento holístico en ética presenta dos conceptos que aclaran el modo de cómo son captadas en la mente los temas propios de la Ética: Verstand y Vernunft . Verstand significa intelecto. Se trata de la inteligencia o sea la conceptualización, análisis, razonamiento y percepción con toda claridad de un significado, La Verstand nos puede dar el concepto de un valor, pero nunca hacernos percibir el valor en sí mismo. Es ahí donde entra el concepto Vernunft, un modo de captar la realidad sin necesidad de conceptos, una manera personal y subjetiva del valor. Por lo tanto, puede aceptarse que la ética es tan objetiva como subjetiva.

La moral es el hecho objetivo y real que está presente en todas las sociedades, es un conjunto de normas que se transmiten de generación en generación, que evolucionan a lo largo del tiempo y poseen fuertes diferencias con respecto a las normas de otra sociedad y de otra época histórica, siendo utilizadas para orientar la conducta de los integrantes de esa sociedad. La moral es impositiva y por lo tanto mecanicista, mientras que la ética surge en la interioridad de una persona, como resultado de su propia reflexión y su propia elección. De esta relación podría también surgir el concepto de que la ética es el conocimiento organizado de la moral. Y ambas, moral y ética, influyen en la libertad del ser humano.

Ya en el siglo XXI, sabemos que no hay nada estable, que lo único estable es justamente el cambio. Es por esto que los paradigmas emergentes han influido en la definición de normas sociales obligatorias a cumplir por el individuo para su convivencia (moral) y en la reflexión que sobre ellas ha hecho el hombre para asumirlas o no como guías de conducta (ética). Ya sabemos que la moral se mantiene en criterios lineales, objetivos, racionales e impositivos hasta el punto de transmitirse de generación en generación, mientras que la ética por su carácter individual e interno, permite interconexiones profundas entre el mundo interno del individuo (lo no observable) y el mundo externo (observable, consciente).

Por lo tanto, el ritmo de cambio, orden y caos social obliga a la formación individual de una ética que conserve la importancia del bienestar comunitario, en el que todos “éticamente”, por convicción y reflexión, nos interconectemos en la construcción social y el rescate de aquellos valores que han sido erradicados o deformados por el pensamiento lineal. El Yo profundo, el “ser” más allá del “tener”, el ser espiritual y reflexivo nos guiará a conocer valores superiores y comunitarios que inciden en la vida humana.

Una frase interesante de referir es la que afirma que todos estamos unidos por el aire que respiramos. Respiramos el mismo aire, las moléculas de otros nos respiran: esto denota que somos la unidad en la diversidad. Sin embargo, decimos que somos individuos separados. No deberíamos olvidar que somos sistemas vivientes en un continuo interactuar en el que nos afectamos mutuamente. ¿Puede entonces la ética ayudarnos a convivir mejor? Estamos seguros que sí.

Felicidad, Gozo y Ternura

Estamos frente a un mundo lleno de gente que cree que ser feliz es poseer cosas materiales o alcanzar el éxito profesional, o tener una familia, unos hijos, una casa, etc. Pero no se profundiza en lo que es verdaderamente la felicidad. El gozo, parece estar asociado con mostrar a los demás lo que se tiene y no a disfrutar de lo que se es. Hay una idea interesante que se refiere a que hoy en día vivimos en un mundo donde hay que tener, para poder hacer y en función a esto ser. Esto significa que si mostramos a los demás lo que tenemos: dinero, objetos, carro, casa, un buen trabajo, muchos títulos, estatus social, eso es lo que nos permitirá hacer: un mejor trabajo, las cosas que deseamos – o la que los demás quieren que hagamos -, ayudar a otros, estudiar una profesión, algún pasatiempo, para finalmente ser algo o alguien en la vida.

El paradigma correcto se centra en ser, estar conectado consigo mismo, son sus necesidades, deseos, fortalezas, áreas por mejorar, para, en función de ese ser poder hacer las cosas que verdaderamente nos gustan, lo que verdaderamente deseamos y a partir de allí tener las cosas que necesitamos, deseamos y merecemos.

No significa esto que el tener o poseer no sea importante, sino que lo que tengamos sea un apoyo para ser felices, estar en un estado de gozo, satisfacción y poder ver el mundo, a uno mismo y a los otros desde la ternura, la comprensión, el amor y el perdón.

Esto nos habla de la necesidad de que el nuevo paradigma incluya la dimensión humana, emocional y espiritual de las personas. Es una necesidad latente y de allí lo importante de buscar el camino, pero, ¿el camino a que? …¿a la felicidad?...y entonces, ¿qué es la felicidad?

La felicidad puede ser definida como un estado psicológico que trasciende la noción del estado anímico. Dota, a quien lo disfruta, de la sensación de autorrealización y plenitud para con uno mismo y los elementos del entorno circundante, ya sea éste físico o imaginado. Cabe decir que, tal sensación de autorrealización y plenitud, confiere a las personas felices una mayor serenidad y estabilidad en sus pensamientos, emociones y actos. [en línea: http://es.wikipedia.org/wiki/Felicidad consultado el 18/06/06].

Jackson (2000) plantea que “…todos tenemos la capacidad de ser felices. No importa el dinero que tengas o no tengas, no importa el tipo de trabajo ni el lugar donde vivas. Cualesquiera que sean tus circunstancias presentes, tienes en ti mismo no solo el poder de ser feliz, sino el poder de experimentar una gran abundancia de felicidad. La abundancia de felicidad no es sólo librarse de la depresión y del dolor, sino que más bien consiste en una sensación de alegría, de contento y de maravillado asombro ante la vida..” (p. 7)

En Osho (2005) se plantea que “el sufrimiento puede darte muchas cosas que no te da la felicidad. Aun más, la felicidad te quita muchas cosas. La felicidad te quita todo lo que has tenido, todo lo que has sido; la felicidad te destruye. El sufrimiento nutre tu ego, y la felicidad es fundamentalmente un estado en el que no existe el ego…La felicidad es simplemente felicidad. Te transporta a otro mundo. Se deja de formar parte del mundo creado por la mente humana, se deja de formar parte del pasado, de la terrible historia. Se deja de formar parte del tiempo. Cuando eres realmente feliz, dichoso, el tiempo desaparece, y también el espacio” (p.99 y 100).

“El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional”. Anónimo (en Marinoff, 2003)

La felicidad no tiene nada que ver con el triunfo; la felicidad no tiene nada que ver con la ambición; la felicidad no tiene nada que ver con el dinero, ni el poder ni el prestigio. La felicidad está relacionada con tu consciencia, no con tu carácter. Osho (2005)

El gozo está asociado con sentir placer, experimentar gratas emociones. Las emociones pueden ser consideradas como sentimientos que surgen como reacción a un estímulo externo o interno, sirven como mecanismo comunicativo y afectan al pensamiento y a las acciones de la persona.

El gozo está asociado con un estado de satisfacción, con sensaciones agradables, con el disfrute de la vida, las personas, los momentos. El gozo es una evidencia de felicidad, es dejarse afectar por las sensaciones agradables y placenteras, sin permitir que los juicios o creencias negativas invadan y eliminen la posibilidad de gozar. Se disfruta con todo el cuerpo, con la mente, en ese proceso de dejarse llevar por la energía de lo que sucede en el aquí y el ahora.

La ternura es un comportamiento que muestra la capacidad de ser afectuoso, cariñoso y amable. Es mostrar a los demás los sentimientos positivos, es proporcionar amor.

La ternura se encuentra en directa relación con los otros. No podemos mostrar nuestra ternura sino a través de los otros. Un maravilloso ejemplo de ternura son los niños, quienes son un reflejo del amor sin contemplaciones, sin tabúes, sin límites. La ternura es la demostración del amor. En palabras de Roque Schneider: “El amor es la mejor música en la partitura de la vida. Sin él serás un eterno desafinado en el inmenso coro de la humanidad”

Las leyes del caos y la pedagogía desde el corazón

¿Cómo es posible la existencia en un mundo tan complicado, donde estamos expuestos a muchas enfermedades producto de la contaminación, en el cual cada día es más común la pérdida de valores y principios?

¿Cuál es la motivación que orienta a los seres humanos a querer vivir en un mundo así?

Tal vez las leyes del caos, nos permitan visionar de qué manera los seres humanos podemos redimensionar nuestro paradigma de vida, para estructurarlo de una forma más agradable, humana, sencilla, saludable, vital y armoniosa. De ahí, que en los planteamientos de Briggs y Peat, en su libro “Las siete leyes del caos” encontramos interesantes formas de reorganizar nuestras vidas para una mejor convivencia con los otros y con el planeta.

Tradicionalmente el mundo ha sido concebido desde enfoques clásicos como el newtoniano-laplaciano, usando ecuaciones matemáticas para calcular cualquier cosa en física, química o biología; sin embargo estos cálculos han sufrido reveses al tratar de predecir el comportamiento humano. Sin embargo, la dificultad de poder predecir tanto el comportamiento humano, como otros fenómenos similares, es lo que se le puede atribuir al principio de indeterminación o incertidumbre, que en términos de Briggs y Peat, pueden convertirse en “una cosa estimulante, que nos permite innovar, crear o reformular las ideas preconcebidas o estereotipadas (Almeida, 2006).

Cuando hablamos de caos, nos referimos a esa interconexión subyacente de acontecimientos que se manifiestan aparentemente producto del azar. La ciencia del caos se centra en modelos ocultos, en los matices, en la sensibilidad de las cosas y en las reglas cómo lo impredecible conduce a lo nuevo.

Las ciencias del caos nos invitan a cambiar la obsesión que tenemos, específicamente los occidentales sobre el control de la incertidumbre, por la creatividad y la sutileza. Todos estamos conscientes de cómo florece la creatividad en momentos de caos, los vivimos recientemente en nuestro país, con los problemas políticos que de alguna manera nos han marcado, según unos para bien y según otros para no tan bien.

Significa esto que la creatividad, es ese momento mágico en que soltamos el control y la verdad aflora suavemente y nos interconecta. La lógica clásica y el razonamiento lineal ocupan claramente un puesto importante, pero la creatividad del caos sugiere que el modo actual de vida necesita algo más. Lo que precisa es un sentido estético: un sentimiento apropiado, de lo armónico y de lo que crecerá y morirá. Pactar con el caos nos da la posibilidad de vivir como no controladores de la naturaleza, sino como controladores creativos.

Esa manera suave de aceptar las cosas que suceden se traduce en salud y bienestar para las personas, es no resistirse a los cambios, tomarlos como algo natural, practicar aquello de ¡Qué bueno es no tener la razón!, una fórmula infalible para descansar la mente y soltar las preocupaciones del día a día.

La metáfora del caos nos enseña que más allá de nuestros intentos por controlar y definir la realidad, se extiende el riquísimo, e incluso infinito reino de la sutileza y la ambigüedad, dónde la vida se vive en plenitud. La teoría del caos nos muestra lo aparentemente pequeño e insignificante que pueden acabar siendo las cosas si se asume un papel principal en el modo en que éstas se producen. Si prestamos atención a la sutileza, nos abrimos a dimensiones creativas que vuelven más profundas y armoniosas nuestras vidas.

En el caso de nuestro rizoma “Pedagogía desde el corazón”, encontramos una profunda conexión con la posibilidad de mantenernos saludables, productivos y activos por el tiempo que nosotros así lo decidamos. La primera ley del caos, nos explica la magia de mantener los sistemas caóticos a través de la autoorganización. Tiene que ver con el modo en que la naturaleza crea nuevas formas y estructuras, con imprecisión y confusión; en otras palabras es ser creativo, ir más allá de lo que conocemos, llegar a la verdad de las cosas. La verdad es algo que se vive en el momento y que expresa nuestra vinculación individual con el todo. Vivir con dudas creativas significa descubrir que la verdad no puede medirse con palabras.

Enseñar y aprender desde esta perspectiva crea un abanico de posibilidades insospechadas para los seres humanos, nos ubica en un espacio-tiempo infinito, pero a la vez finito, porque lo podemos circunscribir a una situación específica.

Los tres pasos de la primera ley del caos, ley del vórtice: ser creativos, nos da la pauta: 1) la turbulencia; para ser creativos necesitamos la ambigüedad de saber y no saber, de lo inadecuado, de la incertidumbre, de la alegría, del horror, de la aceptación de los rasgos metamórficos y no lineales de la realidad, es decir todas las facetas del caos creativo. 2) la bifurcación y la amplificación, un error en un experimento bien planificado, puede crear un punto de bifurcación, un momento de verdad que amplía y da lugar a la autoorganización del trabajo y 3) el flujo abierto, partiendo del caos y la creatividad en nuestro trabajo o en nuestra vida, a veces se produce la bifurcación, entonces la semilla germina y es la flor de una creación que fluye sin obstáculos. El flujo es el período del proceso creativo en el que la autoconciencia desaparece, el tiempo se desvanece o se llena por completo y la actividad absorbe por completo. Se tiene una intensa clarividencia acerca del momento. Los momentos del flujo y la excitación consiguiente, son la recompensa por el descenso previo al caos, la incertidumbre, la incomodidad o el choque por la simple ignorancia.

El mayor acto que los hombres hacen del intelecto creativo no se produce en el arte o en la ciencia, sino en los actos espontáneos del día a día que permiten mantener la cohesión social. La teoría del caos nos enseña que cuando nuestra perspectiva cambia, nuestros grados de libertad se expanden y experimentamos la verdad y el ser: entonces somos creativos, y allí se revela nuestro verdadero yo.

Segunda, ley de la influencia sutil: usar el efecto mariposa. Esta ley se puede explicar a través del experimento de Lorenz, según el cual, se creó un modelo matemático para la predicción atmosférica. Dada la necesidad de realizar gran cantidad de cálculos, decidió suprimir tres decimales en los cálculos a fin de facilitarlos. Lo que le sorprendió fue la poca semejanza entre lo datos calculados con 6 que con tres decimales. El problema es que cuando los datos de cada fase del cómputo fueron retroalimentados, la pequeña diferencia inicial fue rápidamente ampliada. Por lo tanto, este sistema creado por Lorenz es lo que los matemáticos llaman sistema no lineal. Es característico de tales sistemas que diminutas influencias pueden actuar de un modo tal que transformen todo el sistema.

En vez de ver la no linealidad del sistema como un cierto tipo de defecto, Lorenz se percató que lo que estaba sucediendo en su ecuación era muy fiable respecto de lo que estaba ocurriendo con el tiempo real atmosférico. Como el tiempo atmosférico es un sistema caótico lleno de retroalimentaciones reiteradas, es no lineal, y ello lo hace increíblemente sensible a las pequeñas influencias. Esta sensibilidad procede del hecho de que ligeros aumentos en la temperatura, velocidad del viento o la presión, crean ciclos a través del sistema y pueden acabar produciendo un gran impacto. Por lo tanto Lorenz, se preguntó ¿provoca el aleteo de una mariposa en Brasil un tornado en Texas?

En un sistema caótico todo está conectado con todo lo demás, mediante la retroalimentación positiva y negativa. Así en algún punto del mundo real, uno de esos aleteos de mariposas está impulsando un frente o cambiando la temperatura de uno u otro modo. Tanto la naturaleza, como la sociedad y en nuestras vidas cotidianas, el caos gobierna a través del efecto mariposa.
Según esta ley cualquier cosa que cada individuo pueda hacer desde su espacio puede repercutir positivamente o negativamente en los espacios de los otros. Al relacionar esta ley con los procesos humanos de interacción, no solo podemos reconocer lo importante de influir sutilmente en los otros, en relación con su aprendizaje, a través de la sutileza del lenguaje, de persuadir al otro de lo importante de su cuerpo, de su mente y de su espíritu, en el proceso educativo, lo que percibe de su entorno, familiares, maestros y sociedad y lo que asimila de estas experiencias en las que interactúa.

Tercera, ley de la creatividad y la renovación colectiva: seguir la corriente. Esta ley nos conecta, desde la perspectiva del caos con toda la actividad en la sociedad, y nos percatamos de que toda esa acción en la naturaleza es colectiva; en el caos, los individuos son parte indivisible del todo. El caos ofrece muchas sugerencias sobre las formas curiosas y paradójicas de relacionarse las personas y los grupos.

El caos nos demuestra que cuando diversos individuos se autoorganizan son capaces de crear formas muy adaptables y resistentes. Por ejemplo, la selva tropical es un delicado ejemplo de cooperación y coevolución. Al igual que la selva, el proceso de educar, parte de una dinámica creativa y en constante desarrollo, y por lo tanto, proclive a cambios permanentes, de ahí que el efecto reduccionista de luchar por aprender, por conocer nuevas cosas, puede ser sustituido por el de fluir, suave y armoniosamente con la corriente de la vida, sin resistirnos, sino buscando ese momento de bifurcación que nos permite la creación de nuevas estructuras de funcionamiento individual y colectivo.

Los sistemas caóticos se retroalimentan continuamente con los llamados atractores externos, buscando el equilibrio interno, a través de la información externa. Así, cuando los individuos se unen, se pierden algunos grados de libertad, pero se descubren otros nuevos. Una inteligencia colectiva emerge, un sistema abierto, absolutamente insospechado y muy lejos de lo que cualquiera podría haber esperado al contemplar a los individuos actuar aislados. El esquema de funcionamiento es más cooperativo que competitivo, se basa en la suma de esfuerzos, en el compartir de ideas, de aportar soluciones para el bien de todos.

La cuarta, ley de lo simple a lo complejo: explorar qué hay en medio, nos revela que aquello que pueda parecer muy complicado, puede tener un origen muy sencillo, mientras que la sencillez superficial puede ocultar algo sorprendentemente complejo. La teoría del caos sugiere que es posible descubrir una salida si aceptamos la danza dinámica del caos entre la simplicidad y la complejidad.

Estas ideas suelen ser inspiradoras de muchas cosas que los humanos podemos realizar, sin angustias ni estrés; desde entender las innumerables posibilidades que tenemos de vivir bien, saludablemente, desde el gozo, la alegría, como un acto sencillo del día a día, pero con una profunda repercusión para los que nos rodean y para nuestro planeta. Vivir con plenitud, significa que todas las acciones de la existencia, repercuten en las ideas, las interrelaciones, la utilización y distribución apropiada de los recursos de la naturaleza, apreciar el valor del colectivo, desde la biodiversidad, la educación desde el amor, los valores y los principios. Todos estos aspectos, como lo plantean Briggs y Peat, pueden danzar desde lo simple hasta lo complejo, sencillamente averiguando por qué están ahí, en lo que los científicos llaman la intermitencia.
La teoría del caos nos plantea que cuando la vida nos parece más compleja, un orden simple parece estar esperándonos a la vuelta de la esquina. Y cuando las cosas nos parecen simples, deberíamos descubrir los matices sutiles que están escondidos. La teoría del caos parte de que la complejidad y la simplicidad no están presentes de modo inherente en los propios objetos, sino en el modo en que las cosas interactúan entre sí y nosotros con ellas.

La quinta, ley de los fractales y la razón: observar el arte del mundo, nos hace referencia a las huellas, las pistas, las marcas y las formas realizadas por la acción de sistemas dinámicos caóticos. Una forma fractal es la forma única y efímera de un copo de nieve.
Los matemáticos han imitado esos fractales naturales usando varias clases de fórmulas de retroalimentación no lineales. Aunque infinitos en detalles, los fractales matemáticos carecen de la sutileza de su equivalente en la naturaleza. Sin embargo, han aproximado a los científicos a la visualización de los movimientos reales del caos que hacen posible los fractales naturales.
Mandelbrot introdujo la idea de los fractales, para determinar la longitud de la costa de Gran Bretaña; y llegó a la conclusión de que ésta costa era infinita, y se puede añadir que no solo la costa es infinita, sino que, como sufre la acción de la erosión, es una infinitud que cambia permanentemente. Mandelbrot también descubrió que toda línea costera, desde la más pequeña isla desierta hasta las del continente americano, tienen una extensión infinita. Una línea costera se forma por la acción caótica de las olas y otras fuerzas geológicas. Estas actúan a cada escala para generar, formas que repiten, a escalas más reducidas, un modelo aproximadamente similar al que es visible a gran escala. Dicho de otro modo, el caos genera formas y deja huellas que poseen lo que los científicos denominan “autosemejanza a muchas escalas diferentes”.

El término autosemejante incluye esta idea de las diferencias individuales y la singularidad, así como las similitudes. Como ya hemos dicho, hay un amplio abanico de autosemejanza fractales que se dan tanto en las formas de la naturaleza como en la conciencia humana. En algunas formas fractales, particularmente aquellas generadas por las pantallas de los monitores de las computadoras mediante fórmulas matemáticas, la autosemejanza tiene algo de mecánica. En otros fractales, de la naturaleza y del arte, lo que es autosemejante se halla mezclado con lo que es diferente, de forma tal que constituye un desafío a la descripción.

La educación cuando es considerada un acto de amor, de entrega, de compartir sentimientos, nos da indicios de las semejanzas y diversidades dentro de las cuales se mueven los seres humanos, al apreciar la diversidad, nos conectamos más, nos interrelacionamos, respetando con sutileza las particularidades llegamos a las autosemejanzas. Aprender a convivir con personas que se parecen o que piensan igual que nosotros, es una tarea relativamente fácil; el gran reto es convivir con aquellas personas que no se parecen, ni comparten las ideas y pensamientos con nosotros, es un interesante proceso de aprendizaje.

La sexta, ley de los rizos fractales de la duración: vivir dentro del tiempo, está relacionada con el concepto que tenemos del tiempo. Según Briggs y Peat, el tiempo en nuestro mundo moderno es nuestro secuestrador. La esencia del tiempo se ha reducido a una medida numérica de segundos, minutos y horas. Nunca parece que tenemos tiempo suficiente, pero, cuando disponemos de un poco, los despilfarramos. Las cualidades del tiempo han desaparecido. Para nosotros, el tiempo ha perdido su naturaleza interior.

La teoría del caos nos muestra que es posible reconectarnos con el pulso vivo del tiempo. La última ley del caos tiene que ver con el hecho de vivir dentro de una nueva dimensión del espacio fractal.

Mientras creamos que el tiempo es una línea recta, una flecha arrojada desde el pasado hacia el futuro, es difícil recontar muchas de nuestras experiencias temporales interiores. Usualmente las menospreciamos como ilusiones, disociaciones, rarezas de la memoria y la percepción, en cualquier caso nada que ver con la naturaleza física y esencial del tiempo.

La teoría del caos reemplaza la línea con una compleja e inacabable figura de dimensión fractal. A cualquier escala de aumento, los fractales revelan nuevos modelos y complejidades. La teoría del caos sostiene que no hay líneas simples en la naturaleza. Lo que cierta distancia podemos considerar lineal mirando más cerca revela sus giros, curvas En momentos de crisis solemos desconectarnos temporalmente del tiempo del reloj y entrar en un tiempo fractal, experimentando sus matices temporales.

Cuando estamos deseando entrar en una dimensión fractal, nuestra experiencia se expande dentro del tiempo. Exploramos los matices del tiempo y actuamos en consecuencia con nuestros ritmos internos.

Según estos autores, hay que romper con la línea del tiempo. El tiempo es como un viaje entre dos estaciones, perdemos la posibilidad de disfrutar cada minuto del viaje, porque solo esperamos llegar lo antes posible.

El tema del tiempo, también ha preocupado al individuo, cuando lo vincula al proceso educativo, es una sensación que experimentamos los seres humanos con la posibilidad de aprender lo que se nos enseña en la escuela, sin depender tanto del tiempo señalado para ello. Si dentro del proceso educativo se respetara los ritmos y los tiempos de las personas, tal vez seríamos más felices, los momentos de frustración se reducirían, porque cada quien aprendería y enseñaría, sin depender de patrones estructurados de tiempo.

Cada elemento de un sistema posee su propio reloj, su medida singular de un proceso interior que está desarrollando con respecto al entorno. En la autoorganización de un sistema mayor, los relojes internos de los sistemas más pequeños se acompasan. Cada sistema contiene su propia medida del tiempo y, en cuanto el sistema está conectado con su entorno, el tiempo se enriquece y se llena de dimensiones.

La perspectiva fractal, sin embargo, nos permite formular una pregunta distinta: ¿qué tiempo tiene significado para nosotros? Nuestro aburrimiento nos deja un tiempo vacío, nuestra pasión y entusiasmo nos lo enriquece y nos lo devuelve polifacético. Por lo tanto, nosotros no necesitamos más tiempo, sino un tiempo pleno, pero no lleno en el sentido de haber hecho un montón de cosas, sino el sentido de comprometernos con la actividad que estamos desarrollando.

El tiempo por lo tanto es relativo y depende de las experiencias particulares de cada quien; podemos encontrar personas con 40 años que pareciera que hubiesen vivido ochenta, y encontrar personas de 80 como si comenzaran apenas a vivir. La conciencia del tiempo es diferente para cada persona; lo interesante es ver el tiempo como ese espacio para la creación, el disfrute, el compartir y la integración de todos con el todo. El tiempo del que realmente disponemos es el tiempo fractal del que ya disponemos.

La séptima, ley de la corriente de una nueva percepción: volver a unirse con el todo, nos conecta con la imagen de nuestro planeta en el espacio, nos ofrece una percepción y una concepción asociada a un mundo interconectado, un mundo orgánico, de una pieza sin costuras, fluido: el todo. La totalidad es el tema central de las revelaciones místicas acerca del mundo. Entre muchos pueblos, la totalidad es el camino de la vida diaria.

Si aprendemos y enseñamos con una visión holista del mundo, esta nueva forma de concebir el mundo, nos conecta cada vez más con personas sanas, receptivas, tal como lo plantea el efecto mariposa; mi visión del mundo puede influir en otros significativamente, puedo dejar huellas y mensajes profundos en mi familia, mis alumnos. Puedo aprender y enseñar, más desde el placer, el gozo, la alegría, que desde el deber, el esfuerzo, la contrariedad, el peso y el fastidio. Es mostrar la sabiduría natural y espontáneamente, es fluir con la corriente desde una nueva percepción.

Este cambio se refleja en nuestra conciencia. Entendemos que nuestra conciencia es la esencia de nuestra individualidad. La teoría del caos nos enseña que siempre somos parte del problema; por ejemplo, los problemas sociales que nos aquejan, se originan de situaciones particulares, que conforman luego un todo, y no solo de determinadas personas o hechos. Peat y Briggs señalan que debajo de nuestros sentimientos de aislamiento y soledad como individuos separados de los demás, vibra un sentimiento de pertenencia y de interconexión con todo el mundo.

Experimentar la solidaridad tiene que ver con el hecho de liberarnos a nosotros mismos del hábito crónico de pensar que somos meros fragmentos inconexos. Tiene que ver con la necesidad de experimentar que el observador siempre es parte de lo que observa. También tiene relación con abandonar esa obsesión por el control y la predicción, y sustituirla por una sensibilidad hacia el cambio y lo emergente. Finalmente, tiene que ver con la utilización de la influencia sutil para convertirnos en participantes del planeta, antes que en sus gerentes.
Hermosas palabras de Briggs y Peat para replantear la interconexión del ser humano con el todo, son retomar los pensamientos de la creación y la visión de co-creadores junto con Dios, y cuidar de nosotros y del planeta.

Epílogo

El recorrido que hemos hecho en este trabajo a través de los principios y valores del paradigma emergente y de las siete leyes del caos, sitúa la perspectiva de nuestra chifladura y del rizoma, pedagogía desde el corazón, en una interconexión interesante. Si partimos de la interrogante ¿cómo vivir dentro del caos y la incertidumbre, si no aprendemos cómo hacerlo? Los contenidos de este segundo trabajo, nos lo han permitido. Adentrarse en el mundo del caos, desde esa perspectiva que presentan Briggs y Peat en su libro “Las siete leyes del caos”, nos facilitó la conciliación con un mundo diferente, reorganizado, agradable e interesante. Además los principios y valores analizados desde la óptica de los autores, nos permitió la reformulación de los mismos, más desde una profunda reflexión que desde el simple análisis, tarea por demás nutritiva, edificante y apasionante. Estas condiciones nos orientan, cada vez más, hacia la concepción de una existencia sin límites, sin controles, libre y abierta a las múltiples experiencias que nos depara el día a día.


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